viernes, 30 de junio de 2017

Me diste la vida



ME DISTE LA VIDA

Cuando eres hermana mayor por primera vez sientes una mezcla de nervios e ilusión. Es como si empezaras una vida nueva, muchas cosas y experiencias nuevas que nunca antes habías sentido y mucho menos experimentado.
    Mi hermano necesita mucha atención y todos nos visitan para verle. Siempre está durmiendo y si está despierto y ve que hay mucha gente empieza a llorar, mamá le da de comer y se vuelve a dormir.
    Antes de que naciera pensaba que iba a ser muy divertido, pero ahora que está aquí veo que es muy aburrido. Mamá me ha dicho que es normal, que al principio los bebés muy pequeñitos como mi hermano no hacen más que dormir y comer y que tenía que pasar un tiempo hasta que pudiera jugar conmigo.
    Asi que después de que mamá me dijera eso me di cuenta de que llevaba razón, que todavía era muy pequeño así que empecé a esperar a que pudiera jugar conmigo.
    Pero poco a poco fui viendo como crecía pero seguía sin hablar y caminar. Es como si quisiera quedarse como un bebé para siempre.
     Sin embargo, no era porque mi hermano quisiera. Pues un día me explicaron que mi hermano era muy especial y que no iba a poder hacer algunas cosas que yo si podía hacer.
    Es muy duro que te digan que no va a hablar, que no va a caminar, que no va a poder jugar contigo. Tanto tiempo esperando un hermano y cuando al fin lo tengo no hace lo que yo esperaba que hiciera y nunca va a poder hacerlo.
    Pero un tiempo después vas viendo que tampoco es tan malo. Sigue siendo una persona, tiene sentimientos, se ríe cuando está contento y lo estimulamos o llora cuando siente algún dolor. Son muchos los dolores que le he visto sufrir. Le he visto llorar un montón de veces y se me rompe el corazón. No quiero que sufra. Si alguien tiene que sufrir aquí estoy yo, dispuesta a todo, a todo menos a ver llorar a mi hermano.
    Lo he visto crecer día a día, y créanme, cada día era distinto, ningún día ha sido igual ni para él ni para mí, ninguno.
    Ha sido doloroso ver como empeoraba, como cada día dependía de más cuidados, de más medicamentos y de más máquinas.
    Sí, máquinas, tiene muchas, sin ellas no podría durar mucho tiempo. Las necesita todas, unas para comer, para respirar, para sus aerosoles diarios, para ver las pulsaciones de su corazón.
    Su corazón, tan pequeño pero tan grande. En él hay tanto amor que yo creo que hay para dar, regalar, vender, para parar trenes, para seguir amando a todos sus seres queridos y aún así seguiría sobrando. Tiene una sonrisa y una mirada distinta para todos, cada una con un significado diferente. Se lleva bien con todo el mundo. Se divierte mucho y no desaprovecha ni una milésima de segundo de su vida porque en cualquier momento puede perderla.
    Más bien, podía perderla, porque ya no está aquí. Un triste día se separó de todos los que le queríamos para no volver a vernos hasta dentro de un tiempo, cuando estemos en el cielo y en las marismas eternas junto a nuestra queridísima Virgen del Rocío y el Pastorcito Divino, donde no habrá más sufrimiento y solo habrá alegría.
    ¿Os acordáis de que me parecía duro que no pudiera hacer muchas cosas que yo quería que hiciera? Bien, pues ahora que pienso lo más duro no es que no haya podido hacer esas cosas mientras estaba con nosotros si no que esté ausente y ya no siga aquí.
    Cada día necesito verlo más y más. Añoro su sonrisa, su mirada, su forma de gritar cuando estaba muy, muy contento, el ruido de sus máquinas y sobre todo no poder contarle mis secretos y mis vivencias.
    Además de mi hermano era mi mejor amigo. Un amigo inolvidable, un amigo con el que he compartido los mejores momentos de mi vida.
    Un día, una mujer me dijo que nuestra vida depende de un hilo del que colgábamos. Que todos terminamos cayéndonos del hilo y que un día de estos le podía pasar a mi hermano.
    La mujer me advirtió por así decirlo de algo que creo que ha llegado muy pronto, porque yo necesito a mi hermano, era mi inspiración y quien me daba las ganas de vivir.
    Mucha gente me dice que soy muy buena persona, amiga, hermana e hija.
    Me dicen que soy muy madura para la edad que tengo. Que soy un ejemplo para mis hermanas pequeñas y a veces incluso para los mayores.
   
Me dicen que tengo mucho que sacar y enseñar de mí. Que no me lo guarde todo para mí sola y que reparta todo el amor que tengo. Me dicen que me lo merezco todo y que luche para cumplir mis sueños. Que disfrute cada día y que nunca pierda la sonrisa. Que disfrute de las pequeñas cosas porque al fin y al cabo son las más grandes. Que sea fuerte y que nunca me rinda. Que llegaré muy lejos y que no cambie nunca porque soy maravillosa.
    Cuando pienso en estos comentarios solo se me viene a la cabeza que si verdaderamente soy tan buena persona como dicen es porque me enseñó la persona más especial que he conocido, mi hermano. Con el tiempo me fue haciendo más grande como persona. Con él aprendí a respetar y apreciar a cada persona tal y como es, admirando tanto las cosas buenas como los defectos, a quererlas y a darle el mismo cariño y la misma atención que a cualquier persona. Cosa que me he dado cuenta de que a mi alrededor no todos hacen, ya sea por las prisas y el estrés de estos tiempos o porque lo ven tan lejano que no le prestan atención. Yo creo que todos deberían hacerlo porque aunque desde fuera parezcan más especiales por dentro siguen siendo igual que nosotros. Me enseñó a valorar cada vivencia y a disfrutar cada día, minuto y segundo. Me enseñó a agradecer todo en la vida, me enseñó a amar la vida.
    Te dimos todo lo que pudimos y teníamos en nuestras manos intentando darte la mejor calidad de vida que podíamos ofrecerte. Más de una vez aparecía la duda de si verdaderamente serías feliz, pero al mirarte a los ojos descubríamos que sí, que solo hacía falta estar a tu lado para que fueras el niño más feliz que hubiera en el universo.
    Fuiste un ángel caído del cielo que nos marcó el corazón y del cual no nos vamos a olvidar jamás porque aunque ya no estés siempre vas a estar presente en nuestro corazón. Ahora estás de nuevo en el lugar del que venías y como sé que me estás escuchando y que desde allí nos estás protegiendo y no vas a dejar de hacerlo quiero aprovechar y darte gracias por enseñarme todo lo que me has enseñado. Gracias por cada momento que has vivido junto a mí y junto a la familia tan bonita que Dios nos ha dado. Gracias por todo HERMANO.